Doble De Cuerpo
Por Diego Otero
Tercera individual de Patricia Villanueva.
El punto de partida de esta exposición es una idea seductora y recurrente: ¿es posible que, en algún otro lugar del mundo, tengamos un doble? Doppelgänger, término alemán que significa literalmente doble que camina, es una peculiar y divertida reflexión sobre la identidad.
Cuando Patricia Villanueva recibió el premio de la Fundación Unesco-Aschberg, que le permitía pasar cuatro meses en residencia en el Museo de Arte Moderno de Irlanda, decidió revivir una pregunta de su infancia (y de la de todos): ¿y si en algún lugar lejano hay otra persona idéntica a uno; una persona que tiene su propio círculo de amigos y su propia vida y una serie de experiencias propias, pero que es idéntica a uno? Con esa interrogante en mente partió hacia Dublín, y dedicó el tiempo y el dinero de su beca a buscar a esa supuesta doble suya. Pero no se quedó ahí. A la pregunta de su infancia decidió sumarle otra, una acaso más peligrosa y estimulante: ¿Y qué pasaría si realmente nos topamos con esa persona idéntica a uno?
La idea es un tópico harto recorrido en el mundo del arte, desde luego, y ha sido trabajada por la literatura decimonónica con especial brillantez: recordemos si no a Dostoievski y su novela El Doble, al Dorian Gray de Wilde, a Frankenstein, o incluso a Robert Louis Stevenson y su Dr Jekyll y Mr Hyde. Todas, o casi todas, obras maestras de un romanticismo sublevado ante los postulados de la Ilustración, es decir, ante el bastión de la razón y la lógica como únicos métodos de conocimiento. Todas, o casi todas, alegatos en favor de la imaginación, las emociones y el instinto. Y esa homogeneidad de objetivos nos resulta ahora más que pertinente, porque lo que Patricia Villanueva hace en Doppelgänger es, precisamente, una vuelta de tuerca de la tradición artística del doble.
MATEMÁTICAMENTE POSIBLES
Doppelgänger es un término que hace referencia a un mito alemán para el cual el doble es la figura espejada -misma imagen, temperamento antagónico- que todos tenemos; un mito que arrastra resonancias de otras dualidades, como aquellas de la naturaleza (el día y la noche, la luz y la sombra) y, subsecuentemente, de lo simbólico. Es decir, los predios de la imaginación, las emociones y el instinto. Lo de Villanueva, en ese sentido, marca una vuelta de tuerca no solo porque se presenta como un proceso conceptual cuyo montaje es solo la exhibición de las pruebas -o el registro- de ese proceso, sino porque echa mano de ciertas herramientas que se acercan (o parodian) a las de las ciencias sociales: entrevistas, porcentajes, etcétera.
El proyecto empezó así: Villanueva puso un aviso en el periódico interno del museo en el que hacía su residencia, diciendo que buscaba a una artista joven con una serie de características determinadas (es decir, a su supuesta doble). A los pocos días apareció Linda Quinlan, escultora inglesa de poco más de 30 años. Villanueva la introdujo en las coordenadas del proyecto; la fue conociendo; fue comprobando (gracias a una serie de cuestionarios que ambas llenaban) cuán parecidas, en efecto, podían ser; qué podía producir el hecho de enfrentar a dos caracteres que casi pueden marcar la misma frecuencia. El resultado es una reflexión que juega sobre dos variables cruzadas: la simetría, esa tradicional estrategia compositiva del arte, y la identidad, pero en función de un objeto refractario.
EL OTRO YO
Ya en sus exposiciones anteriores, La fiesta del té y París canalla, Patricia Villanueva había indagado en los abismos y las cimas de la identidad a través de un juego de espejos; primero con un personaje de ficción (la Alicia de Carroll) y luego con una ciudad cargada de simbolismos (París). Doppelgänger va más allá: ya no hay intermediarios entre los miedos u obsesiones que la idea de la identidad produce en Villanueva y ella misma. El tema está encarado de frente, sin ambigüedades, por eso en el centro de la galería se ha colocado una reproducción del taller en el que la artista concibió el proyecto. La ironía del taller en la exposición como representación simbólica de que el afuera a veces puede ser más obra que la misma obra. Porque, como dice Antonio Porchia: "uno es uno con otros, solo no es nadie".
Y esa es la lección que Dopplegänger, finalmente, encarna. Pero no desde la orilla en la que Borges escribió su célebre poema Los espejos. Para Villanueva vernos en otros no es el camino más rápido para darnos cuenta de que somos "reflejo y vanidad"; sino un posible reverso de esa idea: vernos en otros nos hace más humildes, ciertamente, pero nos multiplica y nos disemina por el mundo. Como atónitos pasajeros.
1 comentario:
Que interesante tu trabajo!
el a˜õ pasado para una clase de teoria critica hice una investigacion sobre artistas peruanos (la verdad, no sabia ni que existia arte contemporaneo en Peru, perdon) y me di con gratas sorpresas como Gilda Mantilla y Sandra Gamarra. Tambien me gustó el trabajo fotografico de una chica Aguiñiz. Ya no se ni como cai en tu blog, pero me gusta mucho tu trabajo.
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